Ante la dificultad de seguir utilizando la
emisión de bonos como fuente de financiamiento debido a la escalada de
degradaciones que ha sufrido dicho instrumento, a Puerto Rico le queda como
opción emergente incursionar en el mercado de préstamos de la banca privada
internacional y algunos medios de prensa han estado señalando que esa
posibilidad pudiera estar ocurriendo. De ser cierto, Puerto Rico estaría
introduciéndose en el mismo método de financiamiento preferente utilizado por
los países latinoamericanos y caribeños por años. Pero la experiencia ha
demostrado que tampoco es una panacea.
En el año 1982 México declaró su intención no de
pagar su deuda externa por el abultado monto de la misma. Los mercados
reaccionaron con pánico por el temor de que otras naciones imitaran la posición
mexicana. Rápidamente los acreedores se lanzaron con paquetes de opciones para
tratar de garantizar el pago de la deuda y que abarcaban desde posiciones
negociadoras hasta menos flexibles como
la encabezada por el Fondo Monetario Internacional (FMI) que prometía inyección
de capital fresco para refinanciar los pasivos en mora con la condición de que
se aplicaran fuertes medidas de ajuste fiscal. Algunos gobiernos aceptaron
dócilmente las exigencias del FMI, otros presentaron más resistencia y lograron
renegociar sus deudas con resultados aceptables para ambas partes.
Al final se pudo evitar un default colectivo a
través de concesiones que tanto deudores como acreedores tuvieron que hacer,
aunque las naciones latinoamericanas y caribeñas les toco los mayores
sacrificios con consecuencias negativas en lo económico y social.
Pero los gobiernos de la región supieron asimilar
las enseñanzas de todo ese proceso negociador y de la política crediticia irresponsable
que habían asumido años atrás. Entendieron que para evitar una repetición
futura del mismo fenómeno tenían que atacar las causas estructurales que
generaba una alta dependencia del endeudamiento y llevar un manejo financiero y
monetario responsable. Supieron además llevar esas enseñanzas a la práctica
política, lo cual rindió sus frutos décadas después cuando la región en general
pudo sortear sin grandes sacudidas el temporal de la crisis de 2008, manteniendo
a su vez tasas de crecimiento.
Ese es uno de los espejos que Puerto Rico debe
mirar para encarar la nueva situación surgida a partir de la degradación de sus
bonos. Por ello, las medidas de corte emergentes tienen que venir de la mano de
políticas con visión más estratégica, de largo plazo. La solución no pasa solo
con reducir gastos o aumentar ingresos Se podrá cuadrar el presupuesto y la
historia se volverá a repetir. Hay que acabar de entender que la laxitud con
que se manejó por muchos años la política fiscal tiene sus orígenes en un
modelo de gestión pública que es insostenible. Por lo tanto, la solución tiene
que incluir una reingeniería de ese modelo que parta de la redefinición total
del papel del Estado en la economía y la sociedad, como en su momento lo
hicieron algunos gobiernos latinoamericanos y caribeños. El Estado tiene que
dejar de ser un Estado-Clientelista, Estado-Empresario y Estado-Empleador para
convertirse en Estado-Facilitador que le pase la responsabilidad de crear empleos
y riquezas a la empresa privada. Por supuesto, no puede renunciar a sus
funciones sociales pero sin caer en el asistencialismo paternalista que ha
caracterizado la ejecutoria estatal y que ha provocado la subutilización del
recurso laboral puertorriqueño.
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