jueves, 9 de agosto de 2012

LOS PROBLEMAS ESTRUCTURALES DEL TURISMO EN PUERTO RICO

Una vez más el periódico El Nuevo Día dedica sus páginas a tratar la situación del turismo en Puerto Rico y a juzgar por la frecuencia con que lo hace puedo inferir que el diario le concede una importancia al sector, importancia que realmente está bien ganada porque en un contexto donde algunos sectores virtualmente han desaparecido, como la agricultura y otros languidecen como la manufactura, el turismo se ha mantenido, contra viento y marea, aportando su granito de arena al empuje económico de la isla.
Pero es preocupante ver como ha perdido algo de dinamismo desde mediados de los años 90 y no ha desplegado todo su potencial, afectado por una serie de acontecimientos coyunturales (los mismos que han padecido el resto de los destinos caribeños) y también aquejado por problemas estructurales que impiden un mejor desempeño.
¿Cuáles son esos problema estructurales?.
El principal problema es de concepción: la poca prioridad que se le ha dado al turismo en la política económica del territorio. Históricamente, otros han sido los sectores que se les ha adjudicado el papel de ser el motor impulsor del crecimiento y desarrollo y en este contexto al turismo se le ha tratado como un sector más, lo cual contrasta con la jerarquía asignada a la actividad en países como República Dominicana y Cuba.
Otro gran problema es la extrema dependencia del turismo puertorriqueño del mercado norteamericano, la cual se incrementó en la pasada década. Mientras que los turistas procedentes de Estados Unidos representaron un 74.2% del total que arribaron a la isla en el año fiscal 2000, dicho porcentaje se incrementó a 89% en el fiscal 2011. Si tomamos en cuenta las estadísticas de los turistas hospedados en hoteles y paradores la preponderancia del turista estadounidense se hace más evidente con un 98% en el año 2011.
Una tercera deficiencia es el elevado porcentaje de puertorriqueños residentes en el continente que visitan la isla por motivos familiares, que según estimaciones de la Junta de Planificación supera el 50% del total de turistas recibidos. El hecho en si mismo no es negativo por el aporte económico que ese flujo de viajeros hace a la isla, importe que se diluye en los circuitos de consumo existentes. El problema radica en que los hoteles no pueden captar importantes tajadas de ese gasto ya que alrededor del 60% de esos visitantes se hospedan en casas de familiares y amigos y es una de las razones que explica la relativa baja recaudación hotelera a pesar de que las cifras de turistas se ha mantenido por encima de los 3 millones desde el año 1994.
Un cuarto problema es la disparidad en la distruibución geográfica de los turistas, con la zona Metropolitana concentrando el 60% de todos los visitantes que se hospedan en hoteles y paradores. La alta tasa de concentración de turistas en el área Metropolitana no está permitiendo que se explote, en función del turismo internacional, las principales bellezas y atractivos naturales diseminadas por toda la isla, que es una de sus principales fortalezas.
Otra deficiencia estructural es la baja estadía promedio de un turista en Puerto Rico que durante toda la década pasada se mantuvo en 2.6 días para aquellos registrados en hoteles y paradores, cifra que es la más baja de todo el Caribe insular. Aunque la Compañía de Turismo no ha podido determinar con claridad los factores que inciden en ese promedio, hay elementos que permiten sugerir que el número de turistas en tránsito para tomar cruceros en San Juan está afectando la estadística. Sea cual fueren las razones hay que reconocer que el bajo promedio de días de estancia de los turistas hospedados en hoteles y paradores demuestra que Puerto Rico todavía no ha desarrollado un producto turístico que invite a una estancia más prolongada en la isla. 
La complejidad de los problemas estructurales del turismo en Puerto Rico exige enfocar los mismos desde una perspectiva sistémica y no a través de medidas parciales, como puede ser una mayor y mejor campaña de mercadeo. Es necesario ser agresivo en mercadear el producto turístico en el exterior, en particular buscando diversificar los mercados emisores, pero si ello no va de la mano con una mejoría y desarrollo pleno de las potencialidades de ese producto lograremos traer más turistas pero no a enamorarlos del destino que están visitando y con ello perderíamos la principal herramienta de mercadeo que existe: la experiencia positiva vivida por el propio turista.

jueves, 2 de agosto de 2012

DOS CARAS DE LA MISMA MONEDA

Leí la reflexión del economista Juan Lara publicada en el periódico El Nuevo Día de Puerto Rico el 22 de julio sobre el denominado europesimismo y me tocó muy de cerca, porque mucho de ello vi en mi reciente (junio) viaje a España. Hablé con muchas personas de diversas profesiones, oficios y condiciones económicas y la mayoría proyectaban ese sentimiento que Lara describió: desesperanza, frustración, pesimismo sobre la solución de la crisis y lo que ella dejará. Ninguno expresó confianza por lo que al actual gobierno de Rajoy está haciendo y puede hacer.

Pero hablo de mayoría, no todos, porque a la misma vez encontré voces que daban un matiz diferente a sus análisis de la dura realidad que están viviendo. Esas voces eran de empresarios o individuos con vocación empresarial que no se han sentado a lamentarse, sino que se han puesto a buscar soluciones que les permita aprovechar las oportunidades que la crisis brinda (si, porque una crisis brinda oportunidades aunque muchos incrédulos no lo reconozcan), explorando alternativas de sobrevivencia, crecimiento y expansión, nunca antes tomadas en cuenta.
Y es que una crisis económica tiene la virtud de sacar a flote la posición de los seres humanos ante la vida, al identificar a los pesimistas y a los optimistas, a los que se paralizan ante el menor asomo de dificultades y a los que se les despierta la creatividad y están dispuesto a reinventarse, dejando atrás esa zona de confort bajo la cual estuvieron viviendo durante un largo tiempo.

Precisamente, una gran dosis de la solución de una crisis radica en la fuerza humana, en la actitud de esa fuerza ante la realidad adversa.

Lara planteaba con optimismo que en el futuro no muy lejano, las economías europeas se recuperarán “porque tienen una capacidad productiva real que no será destruida por la crisis”. Y sin dudas una capacidad productiva como la de Europa ayuda sobremanera a remontar cualquier crisis, pero esa misma capacidad en manos de una población pesimista y paralizada, incapaz de reconocer su talento y potencialidades se vuelve chatarra. A la misma vez que una economía sin las bondades económicas ya aludidas, pero con un recurso humano y unos líderes dispuestos a trabajar y a remontar adversidades, puede mover montañas. El Japón de la postguerra es un buen ejemplo de ello.