Un salario y beneficios justos es lo que todo
trabajador exige y ha sido la piedra angular de las luchas centenarias de
organizaciones de trabajadores alrededor del mundo, fruto de las cuales son las
mejores condiciones de trabajo que algunos colectivos laborales disfrutan hoy
en día en diversos países, aunque hay que reconocer que aún queda mucho camino
por recorrer en ese sentido.
¿Pero qué entender por una remuneración justa?.
Es una pregunta compleja, no exenta de polémica. De una forma simple se podría
decir que es una remuneración acorde con lo que el trabajador aportó a la
sociedad o lo que el trabajador espera recibir por su trabajo y nivel de
preparación.
Tomando en cuenta esa sencilla definición, entonces
un trabajador que recibe una remuneración justa tiene ese elemento a su favor
para estar motivado en su trabajo y aportar el máximo de sus conocimientos y
energías para que las tareas se cumplan y de una forma eficiente. Lo contrario
también puede ocurrir. Aquel trabajador que se siente mal pagado, puede estar
desmotivado para dar el máximo en su labor.
Pero, ¿qué pasaría cuando a un trabajador se le
paga un salario que excede su aporte a la sociedad o no se le exige o se le
exige bien poco por el cumplimiento de su labor?. Ello puede generar tendencias
de desvalorización del trabajo, de acomodamiento, de pobre ética laboral, de fomento
de la desidia por la eficiencia en el cumplimiento de las tareas.
Si es totalmente inaceptable establecer
condiciones salariales que no garantice al trabajador una retribución justa por
su labor, también lo es si se ofrecen con mucha carga paternalista, incluso por
encima de las propias condiciones económicas de las empresas y otras
instituciones, y que a la larga terminan subsidiando tendencias negativas.
Por tanto, el manejo salarial y el de otros
beneficios son factores que inciden en la mayor o menor capacidad competitiva
del recuso humano.